ELISA DÁVILA VÁZQUEZ

Elisa Dávila Vázquez nació en el pueblo de Vega Alta, Sector Quebrada Honda del Barrio Espinosa un 27 de junio de 1902, año en que se fundó la Universidad de Puerto Rico. Sus padres fueron Don Manuel Epifanio Dávila Galagarza y Doña María Nicasa Vázquez Dávila. Él era un pequeño agricultor y ella se dedicaba a la costura. Del matrimonio nacieron 11 hijos de los cuales sobrevivieron cinco. Elisa era la más pequeña, por eso siempre estuvo rodeada de mimos y muchos cariños y mucho amor. Para colmo, era muy enfermiza. Su hermana de 17 años era quien la cuidaba y como juego comenzó a enseñarle las letras del abecedario y ya a los 14 años ella leía a la perfección y escribía muchas palabras. La maestra del barrio fue de visita a la casa y convenció a sus padres para que la mandaran a su escuelita que muy cerca. Entró de cuatro años y pasados unos meses la cambiaron al Segundo Grado. De ahí en adelante, siguió obteniendo excelentes calificaciones y se ganaba el cariño de todos. Elisa nació para ser maestra. Este era un juego predilecto cuando se reunía con sus amiguitos, su familia y sus muñecos. La maestra siempre fue ella porque nunca permitió darle el puesto a nadie. Todo marchaba bien hasta que la niña comenzó a sentirse enferma. El doctor que la examinó le diagnosticó “parálisis infantil”.Estuvo mucho tiempo en cama, con sus piernas inútiles, no podía caminar, sentía mucho dolor, trataba de pararse y se caía dándose golpes, lloraba y sufría mucho. Se mostraba muy contenta cuando su maestro llegaba unas horas cada viernes y le daba sus lecciones y exámenes en la casa. Tanto la quería y se condolía con ella. Un día Elisa le pidió a su papá que le consiguiera unas muletas, lo que él hizo para complacerla. De mañana y con ayuda salía al patio de la casa usando sus muletas. Caía y se levanta, hasta que un día en se cayó, se enojó tanto que le pidió a su papá que las votara, ya no quería verlas más. Pidió entonces dos bastones. Al tiempo botó uno y usaba el que conservó. Luego botó el último bastón y se pegaba a las paredes, hasta que pudo caminar que más que eso era arrastrar una pierna y luego la otra. Volvió a la escuela, su papá la llevaba y la iba a buscar. Por fin terminó su escuela elemental. Eso iba a ser todo para ella, pero cuando su maestro se enteró volvió a convencer a sus padres para que la enviaran a la escuela del pueblo a continuar sus estudios. Ya ella caminaba mejor y tal vez con el ejercicio del campo al pueblo, sus piernas se fortalecieron hasta casi normalizarse. Su coraje, su tesón y su amor al estudio la ayudaron a salir adelante. Terminó su escuela en el pueblo de Vega Alta y ahora tenía que irse a Vega Baja. Allí con la ayuda de familias amigas que la acogieron en sus casas a los 16 años de edad terminó su escuela secundaria. El triunfo no era solo de ella, sino de su querido maestro (Sr. Ángel Sandín Martínez) que la recomendó y orientó para que tomara unos exámenes que ofrecíael Departamento de Instrucción Pública para cualificar estudiantes brillantes para servir como maestros. Esto porque al surgir la Primera Guerra Mundial los varones eran reclutados para el ejercicio, etc. Aprobó el examen de entrada, los cursos de estudio y más exámenes y ganó su licencia de maestra a los 17 años. Se sentía feliz de haber logrado su sueño: Maestra. Sufrió mucho para conseguir su primera escuela en el Barrio Mavilla. Siguió su labor en las distintas escuelas hasta llega a todos los barrios de su pueblo. En cierta ocasión la movieron con el fin de que se quedara trabajando en la Escuela Elemental Urbana de Vega Alta. La escuela quedaba frente de su casa, pero al terminar el año escolar, lloró y suplicó al Superintendente para que la regresara al campo. Así fue como llegó a la Escuela Espinosa Adentro donde trabajó hasta completar casi cuarenta años de su vida a la escuela. Ella fue la primera maestra del Barrio Espinosa Adentro. Volviendo atrás en el tiempo, Elisa se casó con Mario Santos Pabón a quien conoció mientras estudiaba en Vega Baja. Que yo recuerde fue un matrimonio feliz que duró 47 años. Tuvieron tres hijos: Carmen Elisa, hoy maestra retirada, Mari y Luis fallecido. Terminó de criar a Lina Otero, su ahijada, la que era otra hija más en la casa. La trajo con ella su último día de clases y todo porque le preguntó que quería estudiar. Al la niña decir maestra, le dijo: “Si te vas conmigo, serás maestra” y así fue. Yo me sentía feliz en las reuniones de maestros, las tres juntas, así que me imagino que mi mamá y Lina se sentían igual o más felices aún. Al Elisa retirarse, vivió muchos años con sus recuerdos de sus años como maestra del barrio, triunfos y hasta fracaso y malos ratos que son parte de la vida. Así siguió, le llegó cada día más la vejez y más tarde la incapacidad. En sus momentos de lucidez decía: “Yo soy una maestra… Su mente se fue apagando hasta que la abandonó. Ya no caminaba, perdió la visión y tratábamos como se cuida y trata un bebé muy querido, hablaba, pero luego perdió la voz. Le gustaba que la mimaran y se reía. A fines de diciembre de 1999 se puso grave. Le pedí a Dios que me la dejara hasta el 2000. Dios, que es tan compresivo, me complació. Fue como un revivir milagroso. Le pedí entonces a Dios que se la llevara porque sufría mucho y ya no podía verla sufrir. Dios me oyó y se la llevó el día 21 de enero de 2000. Tenía 97 años. Mi madre fue un ser especial. Yo que soy su hija, si la conociera bien. Ella nunca defraudó a nadie, cumplió con sus deberes, no perdía su tiempo, fue una excelente amiga, vecina, esposa, madre, ciudadana, ser humano ejemplar… me siento orgullosa de haber sido su hija. Por ella, mi hogar fue uno limpio y feliz en todos sus sentidos.-Semblanza de inauguración de la Escuela Elemental Elisa Dávila Vázquez en el Sector Fortuna, Barrio Espinosa, realizada por su hija Carmen Elisa. Esta semblanza fue provista el lunes, 31 de marzo de 2025 por la directora actual de dicha escuela (Mayi Agosto Hernández).