
DON GOYO - TEJEDOR DE RECUERDOS
Con machete en mano y un sombrero de paja para protegerse de los rayos del sol, don Gregorio Otero se mete a menudo por los montes del Barrio Bajura (Vega Alta, Puerto Rico) para recolectar bejucos. Y es que, a sus 84 años, don Goyo, como le conocen cariñosamente, todavía disfruta del arte que aprendió de su padre cuando apenas tenía ocho años. Don Goyo es de los pocos artesanos en la Isla que se dedica a la antigua práctica de la cestería. Con un ánimo inquebrantable, este simpático octogenario se va monte adentro a buscar la materia prima con la que confecciona canastas y envases de todos los tamaños. Inclusive, si se lo encargan, elabora las populares cunas portátiles para recién nacidos, conocidas como moisés. Aunque esas dan mucho trabajo, según dijo. “Aprendí con mi papá que trabajaba sembrando caña. Él vendía guano (material sacado de la palma del mismo nombre, con el que se rellenaban las almohadas) y por allí mismo él se pasaba vio unos trabajos hechos así en bejucos y aprendió a hacerlos también”, recordó Don Goyo. Para aquel entonces, su curiosidad lo llevó a seguirle los pasos a su padre y con el tiempo fue desarrollando y perfeccionando sus destrezas. Tanto así, que en su adultez, logró diferentes acuerdos con los dueños de fincas de piñas, quienes le encargaban una gran cantidad de canastas para recoger la cosecha. “Lo menos que yo hacía era entre a 15 a 20 docenas de canastas y me las pagaban a $3.00 por docena”, indicó.Pero los avances tecnológicos provocaron que aquellas canastas, tejidas con el sudor y esfuerzo de un solo hombre, fueran reemplazadas por maquinarias pesadas, que garantizaban una forma más rápida y eficiente para recolectar los frutos. Lo que le había dado el sustento a don Goyo por mucho tiempo pasaría a ser un mero pasatiempo. “Yo ahora lo hago para entretenerme. Me trae buenos recuerdos y ocupo la mente en algo”, dijo, mientras pisaba con su pie una parte del bejuco y con un cuchillo en su mano derecha iba cortando la corteza para dejar expuesta la fibra con la que le daría forma a algún cesto o artículo decorativo. ¿Hasta cuándo se ve haciendo eso? Don Goyo no desvió su vista del pequeño envase que preparaba ni perdió el ritmo que llevaba, pero guardó silencio por un momento y fue pausado al ofrecer su respuesta: “Hasta que Dios quiera”.-Escrito por Gerardo G. Otero Ríos en el Periódico Primera Hora el 2 de julio de 2014